lunes, 5 de enero de 2015

un alcalde cantor y parrandero


Don Nicasio (Cachito) Loperena  Jiménez el alcalde que le cantaba a su pueblo

Pedro N. Gonzalez
 Poema el alcalde cantor y parrandero

Fue Cachito Loperena un alcalde popular,
Que en el pueblo de Moca,
Nadie lo puede olvidar.
Era un hombre muy honesto, buen cristiano y buen amigo
Un tremendo ser humano, digno ser de su figura.
Más que un político, parecía un cura,
Por su noble proceder.
Cuando se nos marchó de esta tierra tan querida,
La gente le recordaba, apreciando sus consejos,
Es que era un hombre bueno, buen amigo, y buen cristiano,
A todos llamaba “hermano” sin ninguna indiferencia,
No tenía preferencia a la hora de servir,
Y solía compartir con todos por igual, sin si quiera considerar,
De la política su preferencia.
Al pueblo él le cantaba con profunda admiración,
Llevando su tradición de las fiestas navideñas
Dejando siempre a un lado cualquier tipo de disputa,
Él tomaba otra ruta para su pueblo alegrar, y
Comenzaba cantar para alejar las penas y sinsabores,
Con ritmo de trovador a la gente inspiraba,
Para que todos gozaran sin ninguna diferencia,
Como todo buen mocano, gritaba lleno de  alegría,
Que viva la patria mía, arriba los corazones.



Cachito y sus tradiciones, nadie lo puede olvidar,
Hoy quiero yo recordar de su vida la presencia,
Y de su grata existencia,
Homenaje le rendimos, para la posteridad,
Que no quede en el olvido su gesta y tradición,
Recordar su trayectoria y su noble proceder,
Hace de uno tener que poder reflexionar
Como poder calzar los zapata de este noble
Ciudadano, que tengan mucho cuidado,
Quien lo quiera imitar,
Pues es difícil calzar los zapatos de este viejo.

Fue Cachito Loperena luchador de mil contiendas,
Era un hombre humilde de profundo pensamiento,
Se expresaba con ardor  y con gran celebridad,
Respetando a los demás
Que pensaban diferente,
Era una persona decente, que nunca a nadie ofendía
Expresaba simpatía por los que le criticaban,
Y siempre el guardaba de su mejor expresión,
Para pedirle perdón si alguien se enojaba.







Fue gladiador de mil contiendas de esas luchas cotidianas,
Firme de su convicción,
Luchador de mil contiendas.
 No guardaba resentimiento, contra ningún contrincante
Por más que se le ofendiera,
Con una sonrisa sincera
El a todos perdonaba, sin ningún reparo,
Pues creía firmemente que todos éramos hermanos.

Por eso hoy yo proclamo, con toda humildad,
Al llegar la navidad, Oigan queridos  hermanos.
 Y afirmar con gran sentido y con toda honestidad

Que son grandes de verdad los zapatos de este viejo.

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