Don Nicasio (Cachito) Loperena Jiménez el alcalde que le cantaba a su pueblo
Pedro N. Gonzalez
Poema el alcalde cantor y parrandero
Fue Cachito Loperena un alcalde popular,
Que en el pueblo de Moca,
Nadie lo puede olvidar.
Era un hombre muy honesto, buen cristiano y
buen amigo
Un tremendo ser humano, digno ser de su
figura.
Más que un político, parecía un cura,
Por su noble proceder.
Cuando se nos marchó de esta tierra tan
querida,
La gente le recordaba, apreciando sus
consejos,
Es que era un hombre bueno, buen amigo, y
buen cristiano,
A todos llamaba “hermano” sin ninguna
indiferencia,
No tenía preferencia a la hora de servir,
Y solía compartir con todos por igual, sin
si quiera considerar,
De la política su preferencia.
Al pueblo él le cantaba con profunda admiración,
Llevando su tradición de las fiestas
navideñas
Dejando siempre a un lado cualquier tipo de
disputa,
Él tomaba otra ruta para su pueblo alegrar,
y
Comenzaba cantar para alejar las penas y
sinsabores,
Con ritmo de trovador a la gente inspiraba,
Para que todos gozaran sin ninguna
diferencia,
Como todo buen mocano, gritaba lleno
de alegría,
Que viva la patria mía, arriba los corazones.
Cachito y sus tradiciones, nadie lo puede
olvidar,
Hoy quiero yo recordar de su vida la
presencia,
Y de su grata existencia,
Homenaje le rendimos, para la posteridad,
Que no quede en el olvido su gesta y tradición,
Recordar su trayectoria y su noble proceder,
Hace de uno tener que poder reflexionar
Como poder calzar los zapata de este noble
Ciudadano, que tengan mucho cuidado,
Quien lo quiera imitar,
Pues es difícil calzar los zapatos de este
viejo.
Fue Cachito Loperena luchador de mil
contiendas,
Era un hombre humilde de profundo
pensamiento,
Se expresaba con ardor y con gran celebridad,
Respetando a los demás
Que pensaban diferente,
Era una persona decente, que nunca a nadie ofendía
Expresaba simpatía por los que le
criticaban,
Y siempre el guardaba de su mejor expresión,
Para pedirle perdón si alguien se enojaba.
Fue gladiador de mil contiendas de esas
luchas cotidianas,
Firme de su convicción,
Luchador de mil contiendas.
No
guardaba resentimiento, contra ningún contrincante
Por más que se le ofendiera,
Con una sonrisa sincera
El a todos perdonaba, sin ningún reparo,
Pues creía firmemente que todos éramos
hermanos.
Por eso hoy yo proclamo, con toda humildad,
Al llegar la navidad, Oigan queridos hermanos.
Y
afirmar con gran sentido y con toda honestidad
Que son grandes de verdad los zapatos de
este viejo.
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