lunes, 2 de febrero de 2015

La autentica vida Cristiana


La vida Cristiana tiene que estar vinculada al Amor la paz y la paciencia.  Sobre todo la Esperanza de que un día  disfrutaremos en forma permanente de la gloria de Dios. Esa es nuestra fe.
Prof. Pedro N. González
Cuando fuimos bautizados, recibimos el fruto del espíritu Santo, que con sus dones nos llenan de  amor, gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad, mansedumbre, la capacidad de tener fe. De ahí nace toda la bondad la justicia y la verdad, que permite que  nuestras acciones como  personas sean agradables a Dios, que es nuestro padre celestial. Y esa comunidad de amor que se da entre el Padre, el Hijo y el Espíritu santo se manifiesta en nosotros para darnos vida y hacernos nuevas criaturas, hijos de Dios, templo del Espíritu Santo, miembros de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo. Si nosotros los católicos disfrutamos de la gracia de tener el consuelo del vínculo sacramental del bautismo instituido por el mismo Cristo. Sacramento que nos transforma en árbol que da buenos frutos, que nos coloca en la ruta de la transformación de nuestras vidas que nos da la capacidad de crucificar al viejo hombre y vivir en plena armonía con su palabra siguiendo sus enseñanzas,  obedeciéndole y permitiendo que se forme en nosotros esa Imagen de Jesucristo en nuestras.
La vida del cristiano debe estar centrado en ese llamado de amor, que va en todas las dimensiones, Primero Amar A Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todo tu espíritu y segundo al prójimo como a ti mismo. Porque tu vida debe ser una comunicación continua y permanente con Dios, para que Dios sea quien la dirija y no el acompañante silente que lo despertamos solo cuando nos vemos en peligro. La vida del auténtico cristiano tiene que ser consistentemente una permanente obra de amor,  a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos, si hacemos esto entonces y solo entonces habremos de alcanzar nuestra salvación que es la vida eterna (Lc. 10:25.29), por lo que ese vínculo de amor en nuestras vidas serán el reflejo y la mediada de nuestra forma de ser y de vivir con los demás a quienes Dios nos ha puesto en el círculo de nuestra vida terrenal. Que son nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestros familiares, nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo, nuestra comunidad eclesial.
El amor que Dios nos da y que compartimos con los demás no puede vivir de la envidia, del rencor, del odio, de la injuria, de la injusticia, del coraje, de la burla y la mofa, del discrimen y la murmuración, del chisme y de la mentira. Ese amor tiene que ser benigno, paciente, justo, equitativo, pacientes y considerados con los demás, respetando nuestras diferencias y reconociendo que somos todos hijos de un mismo Dios. Debemos dejar crecer en nuestras vidas ese verdadero amor de Dios. Debemos esforzarnos como cristianos por buscar y promover  el bien común, mas allá de nuestras diferencias políticas  y religiosas, pues eso le agrada a Dios. Es tiempo de que nos reconciliemos todos como hermanos, buscando minimizar nuestras diferencias, buscando que podamos  habitar en esta bella  tierra que Dios nos ha regalado, para que vivamos en paz y armonía.
Para que no nos hagamos unos a otros enemigos por  las cosas pasajeras de esta vida, que en nada nos ayuda a vivir en paz, para que practiquemos la tolerancia y el respeto hacia los demás, aun cuando no compartamos sus ideas.

Mi exhortación final es a vivir nuestra fe en  comunión y en paz y armonía con nuestros hermanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario