Cuaresma tiempo de reflexión y de conversión
Prof. Pedro N. González
Para nosotros los cristianos católicos
nuestra fe tiene que ser el camino del amor. Vinculo particular de esa
comunidad de amor que se manifiesta en el misterio de la santísima trinidad,
Dios Padre, Dios Hijo y el Espíritu
Santo un solo Dios tres divinas personas. Dios que tanto amo al mundo y para
salvarnos nos envió a su hijo unigénito Jesucristo, quien con su entrega
voluntaria en la Cruz nos rescató para la vida eterna. Esa muestra infinita de
amor es el camino que debemos seguir los verdaderos y auténticos cristianos.
Pues nuestra vida tiene que estar contenida dentro del prisma del Amor a Dios y
al prójimo.
Mandato que el mismo
Jesucristo nos diera “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a los
otros como los he amado yo”, en eso conoceréis que son mis discípulos. El santo
padre y hoy San Juan Pablo II, fue un
gran exponente de lo que debía significar para nosotros los Cristianos Católicos
el AMOR A DIOS Y EL AMOR AL PRÓJIMO, En
su audiencia general del 1999 nos decía “Si alguno dice: "Amo a
Dios", y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Y hemos recibido de
él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Jn 4,
20-21).
Este gran pontífice y santo
de la Iglesia nos proponía a los católicos entrar en el verdadero sentido de la
virtud de la caridad, nos proponía una nueva catequesis de la gran realidad que
se da en nuestra fe de un verdadero amor a Dios y a nuestro prójimo, ambos
aspectos son una manifestación de ese vínculo trinitario de un Dios único y
trinitario que habita en nosotros cuando somos bautizados, en el nombre del
PADRE, DEL Hijo y del Espíritu Santo. Decía el santo padre “la caridad tiene su
fuente en el Padre, se revela plenamente en la Pascua del Hijo, Crucificado y
Resucitado, y es infundida en nosotros por el Espíritu Santo. En ella Dios nos
hace partícipes de su mismo Amor”.
Por eso esta cuaresma tiene
un significado muy particular, para revisar en nuestras vidas como se está
dando esa relación del amor a Dios y a nuestro prójimo, pues quien ama de
verdad con el amor de Dios, amará también al hermano como Él lo ama. Aquí
radica el gran reto de los cristianos católicos de hoy, pues no puede amar a
Dios quien no ama a sus hermanos, creando con ellos una íntima y perseverante
comunión de amor.
La Iglesia nos presenta con énfasis
particular lo que el Nuevo Testamento nos enseña sobre como este amor es
ordenado en un sentido claramente universal que supone un concepto de prójimo
que no tiene fronteras (cf. Lc 10, 29-37) y se extiende incluso a los enemigos
(cf. Mt 5, 43-47). Es importante notar que el amor al prójimo se considera
imitación y prolongación de la bondad misericordiosa del Padre celestial, que
provee a las necesidades de todos y no hace distinción de personas (cf. Mt 5,
45). En cualquier caso, permanece vinculado al amor a Dios, pues los dos
mandamientos del amor constituyen la síntesis y el culmen de la Ley y de los
Profetas (cf. Mt 22, 40). Sólo quien practica ambos mandamientos, está cerca
del reino de Dios, como dice Jesús respondiendo al escriba que le había hecho la
pregunta (cf. Mc 12, 28-34). Que el amor al prójimo y el amor a Dios, están vinculada
en forma permanente con la vida de Dios en nosotros, por eso nosotros los
cristianos tenemos que esforzarnos por comprender claramente cómo es que en el
Nuevo Testamento se presenta el amor como fruto del Espíritu, y como el primero
entre los muchos dones enumerados por san Pablo en la carta a los Gálatas: «el
fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad,
fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Ga 5, 22-23).
Que en esta cuaresma podamos
vivir la experiencia de poder reconocer la grandeza de la palabra de Dios sobre
el amor al prójimo y vivir su experiencia en todas las manifestaciones de
nuestra vida, para alcanzar la dicha de la gloria eterna. Reconociendo que
cuando enfrentemos el juicio de Dios él nos dirá, porque tuve hambre y no me
distes de comer, preso y no me visitaste, desnudo y no me vestiste, enfermo y
no me cuidaste, descalzo y no me pusiste zapatos, solo y no me acompañaste,
triste y no me animaste, sin consuelo y no me consolaste. Pero cuando señor yo
te vi de esa manera, cada vez que viste a uno de mis hijos y ahí estaba yo también.
El prójimo mis amigos son todo
los que están a tu alrededor, tus padres, tus vecinos, tus hijos, tus
familiares, tus vecinos y todos aquellos que tienes a tu alrededor y que Dios
los ha puesto ahí para que tú seas sus mano, sus pies y su corazón. El amor de Dios no
tiene condiciones, es espontaneo, eso lo debemos imitar y practicar con nuestro
prójimo.
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