jueves, 26 de febrero de 2015

Cuarresma tiempo de conversion


Cuaresma tiempo de reflexión y de conversión
Prof. Pedro N. González

Para nosotros los cristianos católicos nuestra fe tiene que ser el camino del amor. Vinculo particular de esa comunidad de amor que se manifiesta en el misterio de la santísima trinidad, Dios Padre,  Dios Hijo y el Espíritu Santo un solo Dios tres divinas personas. Dios que tanto amo al mundo y para salvarnos nos envió a su hijo unigénito Jesucristo, quien con su entrega voluntaria en la Cruz nos rescató para la vida eterna. Esa muestra infinita de amor es el camino que debemos seguir los verdaderos y auténticos cristianos. Pues nuestra vida tiene que estar contenida dentro del prisma del Amor a Dios y al prójimo.
Mandato que el mismo Jesucristo nos diera “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a los otros como los he amado yo”, en eso conoceréis que son mis discípulos. El santo padre y hoy San  Juan Pablo II, fue un gran exponente de lo que debía significar para nosotros los Cristianos Católicos el  AMOR A DIOS Y EL AMOR AL PRÓJIMO, En su audiencia general del 1999 nos decía “Si alguno dice: "Amo a Dios", y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Jn 4, 20-21).
Este gran pontífice y santo de la Iglesia nos proponía a los católicos entrar en el verdadero sentido de la virtud de la caridad, nos proponía una nueva catequesis de la gran realidad que se da en nuestra fe de un verdadero amor a Dios y a nuestro prójimo, ambos aspectos son una manifestación de ese vínculo trinitario de un Dios único y trinitario que habita en nosotros cuando somos bautizados, en el nombre del PADRE, DEL Hijo  y del Espíritu Santo.  Decía el santo padre “la caridad tiene su fuente en el Padre, se revela plenamente en la Pascua del Hijo, Crucificado y Resucitado, y es infundida en nosotros por el Espíritu Santo. En ella Dios nos hace partícipes de su mismo Amor”.
Por eso esta cuaresma tiene un significado muy particular, para revisar en nuestras vidas como se está dando esa relación del amor a Dios y a nuestro prójimo, pues quien ama de verdad con el amor de Dios, amará también al hermano como Él lo ama. Aquí radica el gran reto de los cristianos católicos de hoy, pues no puede amar a Dios quien no ama a sus hermanos, creando con ellos una íntima y perseverante comunión de amor.
La Iglesia nos presenta con énfasis particular lo que el Nuevo Testamento nos enseña sobre como este amor es ordenado en un sentido claramente universal que supone un concepto de prójimo que no tiene fronteras (cf. Lc 10, 29-37) y se extiende incluso a los enemigos (cf. Mt 5, 43-47). Es importante notar que el amor al prójimo se considera imitación y prolongación de la bondad misericordiosa del Padre celestial, que provee a las necesidades de todos y no hace distinción de personas (cf. Mt 5, 45). En cualquier caso, permanece vinculado al amor a Dios, pues los dos mandamientos del amor constituyen la síntesis y el culmen de la Ley y de los Profetas (cf. Mt 22, 40). Sólo quien practica ambos mandamientos, está cerca del reino de Dios, como dice Jesús respondiendo al escriba que le había hecho la pregunta (cf. Mc 12, 28-34). Que el amor al prójimo y el amor a Dios, están vinculada en forma permanente con la vida de Dios en nosotros, por eso nosotros los cristianos tenemos que esforzarnos por comprender claramente cómo es que en el Nuevo Testamento se presenta el amor como fruto del Espíritu, y como el primero entre los muchos dones enumerados por san Pablo en la carta a los Gálatas: «el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Ga 5, 22-23).
Que en esta cuaresma podamos vivir la experiencia de poder reconocer la grandeza de la palabra de Dios sobre el amor al prójimo y vivir su experiencia en todas las manifestaciones de nuestra vida, para alcanzar la dicha de la gloria eterna. Reconociendo que cuando enfrentemos el juicio de Dios él nos dirá, porque tuve hambre y no me distes de comer, preso y no me visitaste, desnudo y no me vestiste, enfermo y no me cuidaste, descalzo y no me pusiste zapatos, solo y no me acompañaste, triste y no me animaste, sin consuelo y no me consolaste. Pero cuando señor yo te vi de esa manera, cada vez que viste a uno de mis hijos y ahí estaba yo también.

El prójimo mis amigos son todo los que están a tu alrededor, tus padres, tus vecinos, tus hijos, tus familiares, tus vecinos y todos aquellos que tienes a tu alrededor y que Dios los ha puesto ahí para que tú seas sus mano,  sus pies y su corazón. El amor de Dios no tiene condiciones, es espontaneo, eso lo debemos imitar y practicar con nuestro prójimo.

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