domingo, 28 de diciembre de 2014

Cachito Loperena el alcalde parrandero, que le cantaba a su pueblo.


Recordamos con alegría, las parrandas de Cachito Loperena, tradición que no debiéramos olvidar.
Pedro N. Gonzalez
Comenzaba las navidades en noviembre, con la fiesta de acción de gracias, para calentar los motores, como él decía, era el que daba la señal, “señores llegaron las navidades, a gozar y a parrandear”. Si así era Don Cachito Loperena, el alcalde parrandero, que le cantaba a su pueblo, con amor y simpatía, lo mismo de noche que de día, el llevaba su parranda, y no le importaba nada el lugar donde llegar, pues sabia ya el refrán, aquí se llega y aquí se canta.
La gente le conocía y sabia de su tradición, su parranda era un fiestón, que todos ya esperaban. Él no le importaba nada de preferencias políticas, le cantaba su parranda sin ninguna hipocresía, al pobre o al adinerado, la política echaba a un lado a la hora de parrandear, y para dar el ejemplo primero el versaba y la gente le encantaba, su ritmo y melodía y era tanta la alegría, que no había diferencias, no importa como usted piensa, que viva siempre la alegría. Si ese era Don Cachito Loperena.
Antes de salir paz la parranda el solía reunirse en una casa primero en donde se practicaban las canciones y los músicos afinaban el cuatro y la guitarra. Muchas veces comenzábamos en casa de Tony Loperena cuando llegábamos allí ya estaba Héctor y Lluqui algunos de los parranderos, Cieno Ruiz, Judith y Raúl, llegamos a casa de Tony y se formaba el fiestón, Cesar con su güiro, Héctor con el cuatro, Renán con el Acordeón y cachito bien animado, todos como hermanos, esperaban el momento y cachito bien contento, da su grito de alegría, Arriba corazones, que vivan los reyes. Entonces empezaba esa magia de la parranda  característica de esos nobles sentimiento que vive nuestro pueblo de una unión familiar única llena de saludos sinceros abrazos, apretones de manos, como una sola familia.
Así se encendía la fiesta, y se organizaba el coro y todos cantaban con gran alegría, que momentos tan inolvidables, de allí salíamos para el destino de la parranda. De la familia que, casi en su totalidad, conocemos en ese instante. “¿Se toma un palito?”, es la pregunta que no se hace esperar por parte del anfitrión y que da paso a un compartir.
Cuando llegamos a Cuba, a casa de Jorge Galoffin, la parranda estaba arma hasta los dientes, se arremolinaba la gente, que allí nos esperaban, y comenzaba enseguida la parranda de Cachito, con un coro bien sonado y un aguinaldo  entonado por el propio don cachito, que le avisaba a los dueños de la casa la visita de Cachito.  Y se formaba el algarabío y el fiestón.
Enseguida aparecían las bandejas de jamón, queso y galletas y la cerveza y el ron que se rearte entre los presentes. La alegría es inmensa la gente aporta unos versan, otros improvisan y todos se sienten parte de la fiesta, donde cantan, bailan y gozan los viejos, los jóvenes y los niñitos.

Así se fue pasando de casa en casa, llevando alegría a cada rincón de su pueblo, del campo al pueblo y del pueblo al campo. Las parrandas de Cachito hicieron historia en nuestro pueblo. Gracias don Cachito por esta bella tradición. Y gracias a quienes nos acompañaron y a todos los que nos recibieron con tanta alegría. A todos ustedes les deseamos hoy a nombre de don Cachito  muchas felicidades y un próspero año nuevo.

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