Cuaresma
es tiempo de reflexión, tiempo de cambio, tiempo de renovación, tiempo para
mirarnos en nuestro interior y ver las cosas que necesitamos cambiar, para
vivir como auténticos hijos de Dios, y el amor al prójimo como a nosotros
mismos.
Un
llamado a la compasión y la misericordia hacia nuestros seres queridos.
Hace unas semanas mientras participaba de
la santa misa, el celebrante nos hizo una pregunta bien interesante, como parte
de su homilía. ¿Hasta donde llega la responsabilidad de los hijos, cuando los
padres ya están viejos y no pueden valerse por sí solos? Sera solo amarlos en
la distancia, darle una llamadita, enviarle alguna cartita o un pequeño
regalito para cubrir sus necesidades más apremiantes.
Seguidamente el sacerdote Concluye”
Lamentablemente nuestra sociedad ha creado la idea general de que como ya están
viejos, ya no sirven para nada, que estorban, que huelen, y que les corre la
sangre muy despacio, que simplemente son un problema muy complicado, muy difícil
de resolver.
Lo triste de este pensamiento que permea en
toda la sociedad moderna, dentro de la cultura americana, es que deja en el
olvido todo lo que tus padres hicieron
por ti cuando tu era un niño o una niña, ellos te dieron la vida, te cuidaron, te
protegieron, te educaron, te guiaron y te dieron tu formación como ser humano,
entonces, nos pregunta nuevamente, ¿dónde
está tu deber para con ellos?
Salí de aquella misa y llame a mi mama que
vive solita a los noventa años, que alegría sentir que Dios todavía me ha
permitido disfrutar de su presencia y de
la experiencia de poder compartir con ella, mis penas, mis alegrías y que ella
sepa que aun en la distancia yo también me preocupo de sus penas, de sus
tristezas, de sus preocupaciones, de su salud, pero lo más importante de
dejarle saber que ella es importante en mi vida. Realmente la predicación de
aquel sacerdote había tocado muy dentro de mi ser esa fibra interior que a
veces nos hace insensible a la tristeza de nuestros seres queridos, que tienen
tanta necesidad de sentirse amados por sus seres más queridos, sus hijos, sus
nietos, sus familiares y como poco a poco les vamos relegando, y distanciándonos
de ellos, sin querer, envueltos en nuestros propios problemas y cargada agenda,
que les deja a ellos en el último lugar de nuestras prioridades hasta que finalmente muchas veces se nos
olvida que ellos necesitan de nosotros. ¿Que ironía tiene la vida?
Por muchos años compartí con mi esposa la
gran tarea de cuidar a mi suegro hasta su fallecimiento por motivos de salud,
les confieso que no fue una tarea fácil, fue muy complicado, y el proceso
cometimos muchos errores, pues como seres humanos, uno a veces falla en su toma
de decisiones, pero a pesar de todo, Dios nos dio la sabiduría y la paciencia
para cumplir con esa gran responsabilidad, que aún muchos años después marca
nuestras vidas de forma muy particular. Creo que fue un gran acto de amor y un
deber moral para una persona tan especial como mi suegro. Pues había sido un
extraordinario padre, que siempre cumplió con su misión de amar a sus hijos.
Durante todo este proceso aprendimos la
importancia de esa relación que debe darse entre padres e hijos, que muchas
veces pasa desapercibida en nuestra sociedad, tan complicad, sofistica y materialista,
que deja fuera del entorno social la palabra agradecimiento y que nos debiera
comprometer en devolverles a nuestros padres cuando ya están viejos y solos,
ese amor incondicional que ellos nos dieron cuando nosotros más lo necesitamos
y no abandonarlos, a su suerte, sino también de hacerles sentir amados,
queridos, hacerles sentir que son parte de nuestras vidas, que siguen siendo
importantes y que queremos que ellos formen parte de nuestra vida, como ellos
hicieron con nosotros cuando nos criaban.
Si nuestros viejos débiles, enfermos, maniáticos,
dominantes y exigentes, no son un estorbo, y no deben ser vistos como una pérdida
de tiempo para nosotros, son parte de nuestra obligación para quienes no dieron
todo cuando más lo necesitamos. Debemos retomar más en serio esta obligación para
con nuestros seres queridos, es tiempo de que ellos sientan con nuestros actos
y nuestra dedicación que siguen siendo personas muy importantes en nuestras
vidas y que aunque físicamente a lo mejor ya no pueden hacer mucho, su amor, su
afecto y su presencia es importante para cada uno de nosotros. Hay que ponerlos
en nuestra cargada agenda personal, pues cuando ellos no estén entonces, nos
vamos a sentir muy triste, por no haber tenido tiempo, para compartir con
ellos. Cuando más lo necesitaban de sus seres queridos, hay que el esfuerzo para
visitarles lo más frecuentemente posible de manera que ellos sepan que sus hijos
les aman y no se sientan abandonados, Solo así aportamos a una mejor calidad de
vida de nuestros queridos viejos.
Ojala que en nuestra Iglesia surjan más grupos
que tengan como meta el visitar en los hogares a aquellas personas que necesitan de compañía, Que la Madre de Dios, María
consuelo de los afligidos nos anime a visitar a aquellos que están solos y
enfermos en su casa. Como meta de esta cuaresma debemos prometernos a nosotros
mismos reflexionar sobre la importancia del amor para con nuestros padres, pues
el Amor es algo que se necesita a cualquier edad o bajo cualquier circunstancia
y más aún cuando uno ya no es tan joven. Si es importante respetar la
independencia de nuestros padres, pero debemos evitar justificarnos nuestro
propio egoísmos e individualismo, hay que fomentar más la solidaridad y amor al
prójimo sobre todo cuando se trata de nuestros padres.